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La Iglesia católica abraza el Carnaval de Río



Cuando estudiaba en el seminario, el joven Omar Raposo lo aprendió todo sobre música sacra y canto gregoriano. Enseguida descubrió que tenía un don, pero estaba lejos de imaginar que años después estaría en Río de Janeiro cantando al son de los tambores subido en una carroza. "Es un momento histórico, ¡un cura en Sambódromo, imagínate! Es una manera de decir que podemos divertirnos sin perder la fe, podemos disfrutar del Carnaval sin comprometer nuestros valores", cuenta en una conversación con EL MUNDO.

La escuela de samba Unidos da Tijuca dedica su desfile a hablar del pan como elemento religioso, y decidió que nada mejor que invitar a este cura, muy popular en la ciudad por ser el párroco de la capilla del Cristo Redentor. Al padre Omar esto de la música y el Carnaval no le pillaron por sorpresa, "¡soy carioca!", exclama dando una risotada. Hace años que graba CDs de samba con letras religiosas, y remarca que hay que dejar de demonizar el Carnaval porque es una expresión cultural.

Lejos de ser anecdótico, el gesto del padre Omar está muy pensado y cuenta con la bendición del arzobispado de Río y hasta del Papa Francisco, que cuando estuvo en la ciudad en 2013 dio su visto bueno a los primeros acercamientos entre la Iglesia local y su fiesta por excelencia. Detrás de este repentino amor por la fiesta pagana está el feroz avance de la competencia: Las iglesias evangélicas se reproducen como setas, los sectores más fundamentalistas dominan el Congreso Nacional y explican parte del éxito del ultraderechista Jair Bolsonaro. Brasil es el país con más católicos del mundo, pero según varios estudios, éstos dejarán de ser mayoría en el año 2030.

"Los evangélicos se han apoderado de Brasil. Están en todos los segmentos, quizá el único lugar en el que no entraron fue el Carnaval y la samba, así que estamos en el lugar correcto. Es un diálogo que tiene una estrategia, no es ingenuo". Omar no pierde la sonrisa ni siquiera cuando habla de las "sectas que no respetan la cultura brasileña", y es inevitable pensar en el alcalde de Río, Marcelo Crivella, obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios. En su primer año de mandato, dejó atónitos a todos los cariocas cuando se negó a entregar las llaves de la ciudad al Rey Momo, tal como manda la tradición. Justo después del plantón, cogió un avión para alejarse de Río en los días en que reina la locura.




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